La altura que alcanzamos en las sociedades industriales está determinada en un 80% por factores genéticos y un 20% por factores ambientales como la nutrición. Esto significaría algo así como que si tu padre es Torrebruno por mucha leche que tomes nunca llegarás a ser Pau Gasol.
Otro factor ambiental que se ha demostrado que influye en nuestro crecimiento es el estrés. Existe un estudio que comparaba dos orfanatos alemanes después de la Segunda Guerra mundial. Los dos eran públicos, con similares características en cuanto a presupuesto, alimentación, controles médicos… pero eran dirigidos por dos mujeres muy distintas. Una era cariñosa y atenta con los niños; la otra rígida y cruel en algunos aspectos. Los análisis mostraron que los niños del orfanato dirigido por la mujer afable crecieron mucho más que los otros. Durante unos meses se intercambiaron las directoras produciéndose entonces el efecto contrario, los niños que habían crecido mejor paralizaron su crecimiento mientras que los otros, liberados de la antipática directora, experimentaron un crecimiento espectacular. Algunos datos curiosos respecto al crecimiento de nuestra especie son:
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“A ver hijo siéntate y hablemos de sexo”, hablar de sexo con nuestros hijos no es un acto que vayamos a realizar una vez, para lo cual tomemos aire, soltemos un discurso preparado y acabemos con un suspiro porque por fin nos lo hemos quitado de encima. Es una conversación que durará toda la vida. Y siempre es mejor empezar poco a poco estableciendo objetivos realistas en función de la edad de nuestros hijos que abrumarles en un solo momento con demasiada información.
Conviene comenzar a hablar con nuestros hijos sobre la sexualidad en los primeros años de su niñez, aunque nunca es demasiado tarde para empezar. Cómo comenzar suele ser una de las dificultades que refieren los padres para tratar el tema, pero la vida cotidiana nos brinda muchas oportunidades p.e la Tv cuando nos muestra a un adolescente en plena pubertad, la vecina embarazada… Hemos de ser conscientes de que a nosotros nos corresponde iniciarles en educación sexual, además hay estudios que demuestran que los adolescentes que han hablado de sexo en casa, suelen tardar más en tener su primera relación sexual, tienen relaciones sexuales más seguras y se sienten menos presionados por el grupo de iguales. La explicación de la cigüeña pertenece a otra época, a una sociedad cargada de tabúes, de doble moralidad… debemos ser siempre sinceros al abordar el tema para que puedan sentir la confianza necesaria para expresar sus dudas. Según la edad de los niños su curiosidad variará:
Es importante que conozcan los nombres formales de todas las partes de su cuerpo. Es muy común en las familias “apodar” a los genitales con los más variados términos y sin ser nada negativo, conviene que también sepan utilizar palabras como pene o vulva para no sentirse confundidos si los oyen en otros entornos como puede ser en el ámbito escolar.
La masturbación es un tema que surge en esta edad y algunas veces no saben si lo que sienten es normal, si es adecuado… es conveniente que lo entiendan con naturalidad y comprendan que es un acto placentero a realizar en la intimidad.
Si bien a nuestros hijos se les ha de explicar las circunstancias biológicas del sexo, también hay que hablarles de la parte afectiva, del cariño y de la responsabilidad. Que reflexionen sobre la libertad a la hora de elegir una pareja con la que tener una relación sexual consentida y segura. De los sistemas de anticoncepción existentes, la prevención de las ETS (enfermedades de transmisión sexual)… No quiero insinuar posibles respuestas a todas estas cuestiones porque creo que los padres han de responder en función de sus valores familiares. Mi intención es tan sólo aconsejar sobre la importancia de estar preparados. Puede que nuestros hij@s titubeen a la hora de plantearnos sus verdaderos temores o den vueltas indirectas sin llegar a lo que realmente desean saber, tenemos que ayudarles a expresarse, intentar averiguar qué necesitan saber, qué es lo que ya saben de lo que les preocupa y asegurarnos que lo comprenden (para esto último se puede acabar diciendo: “¿respondí a tu pregunta?”). Si desconocéis las respuestas a las preguntas que vuestros hijos os planteen no os apuréis, buscarlas juntos. No hay excusa para no resolver sus dudas, pensar que si no lo hacéis vosotros podrían recurrir a otras fuentes que les confundan, manipulen o les cuenten una versión para la que no están preparados. Tras todo esto he de confesar que “En casa del herrero cuchillo de palo”, hace poco me enfrente a todo lo visto aquí y lamentablemente no estaba preparada. Como todos sabía que en algún momento tendría que hablar de sexo con mi hija, pero me pilló desprevenida. Mi hija de siete años tenía que hacer un trabajo sobre el León y desde el colegio nos dieron varias directrices: qué comen, cuerpo cubierto de pelo o plumas, hábitat… y “se reproducen por….”. Ante esta última pregunta y dada mi escasa preparación me metí directa en un jardín del que no sabía cómo salir. Creo que el tema no le quedó nada claro, así que he de enmendar mi error y para ello he decidido actuar con responsabilidad y prepararme mucho mejor. El reto de los nueve puntos es un ejemplo de cómo nuestro cerebro reorganiza la información que recibe de los sentidos.
En este caso nuestros ojos sólo ven nueve puntos separados e inconexos, pero al llegar la información al cerebro este la reorganiza en función de nuestra experiencia previa y percibimos un cuadrado, de tal manera que nuestros intentos para solucionar el problema se centrarán compulsivamente en resolverlo sin salirnos de los límites del supuesto cuadrado. En Cuellar, municipio de la provincia española de Segovia, se encuentra el Castillo de los Duques de Albuquerque del Siglo XIII. El castillo se encuentra en la cumbre de una colina cerrando el recinto amurallado. En su restauración han sabido mantener su esencia respetando, al mismo tiempo, la distinción de las partes originales. Actualmente alberga un centro de Educación Secundaria Obligatoria, pero existen multitud de salas que se pueden visitar. A través de la oficina de turismo podéis reservar visitas teatralizadas que sin duda os recomiendo. Sus precios son asequibles y puede ser una opción de turismo familiar muy apetecible. La entrada incluye además la visita al centro de arte mudéjar en donde os espera un audiovisual lleno de sorpresas y la posibilidad de pasear por sus murallas. Nosotros lo visitamos hace poco y quedamos encantados. De la mano de tres actores recorrimos las bodegas, los calabozos, la sala del trono… a través de sus representaciones nos acercamos a los distintos momentos históricos que ha vivido el castillo, así como a las vidas de sus numerosos moradores. Siempre en clave de humor fuimos sumergiéndonos en este trocito de historia, de tal manera que las dos horas de duración se nos hicieron breves. Los niños reirán con los personajes, se sorprenderán y en algunos momentos podrán participar. Si bien la edad recomendada sería a partir de los 8 años para que las narraciones adquieran sentido. Os aconsejo hacer una búsqueda previa de información sobre la historia de este impresionante castillo en Cuellar para dotar de sentido a la visita de tal manera que además de diversión, el aprendizaje esté garantizado. Para los niños más pequeños puede ser excesivo, mi pequeño de tres no logró mantener la atención y lo que al comienzo fue sorpresa tras dos horas se convirtió en cansancio e impaciencia. http://www.cuellar.es/reservas/visitas/castillo-guiado/ Que los seres humanos nos equivocamos es un hecho probado, que algunos más que otros o en momentos más inoportunos también. Si no que le pregunten a Rajoy, el pobre no sale de uno para meterse en otro. Quiero analizar los errores desde el punto de vista de la psicología. En cuyo caso debemos diferenciar entre lapsus como la famosa frase de Mariano Rajoy: “Lo que nosotros hemos hecho es engañar a la gente" y por otro lado las equivocaciones como las que comentemos p.e cuando erramos al contestar en un examen.
El estudio de los lapsus es el estudio de la psicología de los errores cotidianos, cuando realizamos cosas sencillas, automáticamente cometemos pequeños errores que suelen ser fáciles de descubrir. Son el resultado de nuestra falta de atención en la acción que realizamos, estos lapsus no suelen producirse cuando estamos aprendiendo algo nuevo, ya que nuestra atención está muy centrada en la tarea. En general, la gente sólo puede hacer una cosa de forma consciente al mismo tiempo, pero hablamos mientras andamos, conducimos mientras escuchamos la radio… esto es posible porque la mayor parte de las cosas que realizamos son automáticas no requieren nuestra atención consciente. Los lapsus se pueden clasificar en: - Errores de captación: “Una vez estaba utilizando una fotocopiadora y contando las páginas. Conté como sigue: 1,2,3,4,5,6,7, sota , caballo y rey. Hacía poco que había estado jugando a las cartas.” En este caso una actividad que realizamos frecuentemente sustituye la acción que queríamos realizar. - Errores de descripción: Cuando sacamos la leche de la nevera y al guardarla la metemos en la despensa. Los errores de descripción llevan a realizar la acción correcta con el objeto incorrecto. - Errores por activación asociativa: Aquí se englobarían muchos de los lapsus de Mariano Rajoy como el descrito anteriormente. Una idea que no queríamos expresar, se asocia a lo que si queremos decir y acabamos diciendo lo que no queríamos. O dos ideas se mezclan y se descolocan como en el caso del “Somos sentimientos y tenemos seres humanos". Mi consejo para Mariano Rajoy es que debe prestar mayor atención a lo que dice en cada momento en vez de estar anticipándose mentalmente a lo que va a decir a continuación. Mi hija aún se rie al recordar como una vez paseando por la calle le dije "cariño no te acerques ahí porque ahí mean los peces". O cuando ella a mi pregunta "Jirafa empieza por...." , contestó "por la Geta", posiblemente en su mente estuvo un rato dudando si decir G ó J y al final las mezcló. - Errores por pérdida de activación: Cuántas veces no os habrá pasado ir muy seguros a la cocina a hacer algo y al llegar pensar: “¿qué venía a hacer yo aquí?”. Es uno de los lapsus más frecuentes, consiste en olvidar algo que se ha de hacer. Lo curioso de este lapsus es que olvidamos el acto pero la acción continua sin dificultad, olvidamos que teníamos que hacer pero no que íbamos a hacer algo y dónde queríamos hacerlo. Como hemos señalado los lapsus por suerte son fáciles de detectar aunque la sensación que nos generan es de cierta estupidez, como cuando vas al coche intentas abrir y la puerta no se abre, pruebas a meter la llave y la puerta sigue sin abrirse. Luego intentas tirar de la puerta no sea que cuele y se abra, después llegas a la conclusión de que esa puerta debe estar mal cerrada y te diriges a la puerta del copiloto, momento en el que te das cuenta de que no es tu coche, te invade entonces un sentimiento de vegüenza y muy disimuladamente compruebas que nadie haya sido testigo de tamaña gilipollez. Si te vuelve a pasar piensa que no estas sólo, los lapsus son una estupidez compartida por la especie humana. Para evitar que los lapsus generen problemas importantes de pérdida de información relevante, los creadores de ordenadores han implementado varios sistemas de seguridad . El primero de ellos es la confirmación de que se ejecute la orden, especialmente cuando el acto puede destruir una parte de la memoria. Lo malo de esa petición de confirmación es que se produce en el momento más inadecuado, justo después de que la persona haya iniciado la acción y mientras todavía está contentísima con la opción escogida. La secuencia sería: Usuario: Eliminar “ mi obra más importante”. Ordenador: ¿Estas seguro de eliminar “mi obra más importante”? Usuario: Si. Ordenador: ¿Estas seguro?. Usuario: Si, claro. Ordenador: Queda eliminada “mi obra más importante”. Usuario: ¡Coño, mierda!. Por suerte, los creadores de ordenadores son conscientes de nuestra escasa capacidad de concentración y contamos con otro sistema de seguridad más permanente que es la papelera de reciclaje. Las equivocaciones por el contrario, son resultado de deliberaciones conscientes. Muchas equivocaciones son producto de nuestra confianza en las experiencias previas, tendiendo de esta forma a generalizar. La generalización es muy útil en la mayoría de las situaciones que afrontamos diariamente pero ante situaciones nuevas puede ser objeto de graves equivocaciones: Oímos un ruido parecido a un disparo y racionalizamos generalizando “Será el tubo de escape”. Seguro que tendremos razón porque siempre ha sido así, pero el día que no la tenemos nuestras explicaciones nos parecen estúpidas y difíciles de justificar. Aunque según parece los principios de la racionalidad se violan con tanta frecuencia como se cumplen, seguimos aferrándonos a la idea de que el pensamiento humano debería ser racional, lógico y ordenado. Fuente: La psicología de los objetos cotidianos. Bilbao. Nerea 1990. |
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