Recogiendo algunas de las miles de cosas mías que aún tienen mis padres en su casa (quizás Freud lo analizaría como signo de mi inmadurez femenina por un deseo inconsciente de regresar a la seguridad del hogar parental) , encontré dos archivadores enteros con todas las cartas que había recibido desde la infancia hasta los 20 años aproximadamente. Me generó mucha nostalgia a la par que constataba lo mayor que era. Mi hija me miró con cara de tener un dinosaurio por madre cuando trate de explicarla que durante mi estancia en Inglaterra como au-pair el contacto con mis amigos y familiares era a través de correspondencia. Cartas plagadas de experiencias, sentimientos, añoranzas… y postales con vistosas imágenes de los lugares que visitaba… ”No hija no mandé ningún e-mail, ni sms, ni whasapp”… Su sorpresa creció aún más al revisar otra carta y ver cómo su madre se quedaba mirando a un punto indetermindado transportada a otra época … “¿mama?, ¡mama!, que no me has contestado, ¿esta carta de quién es?” … de una niña como yo con la que durante cinco años compartí mis ilusiones, mis miedos, mis alegrías… y a la que nunca llegue a conocer. “¡Ala, cuéntame!”…Comenzamos a escribirnos por una especie de juego en cadena en el que te daban una lista con nombres y direcciones de otros niños como tú. Debías escribir una carta al primero de la lista a la vez que incluías en ella el nombre de diez amigos más. Eliminabas el primer nombre al que te correspondía escribir y se la pasabas a otro amigo para que hiciera lo mismo. Hoy en día me parece impensable, que los datos de un montón de niños aparezcan en una lista me produce escalofríos. Pero para mí fue una experiencia muy enriquecedora y emocionante. Hay que pensar que un e-mail, sms, whasapp es instantáneo el correo en cambio podía tardar un mes (contando el tiempo que la niña tardara en contestar, no porque correos fuera lento). Los niños y jóvenes en la actualidad son impacientes lo quieren todo de manera rápida, si tarda en cargar una página de internet se tensan. Nosotros sin embargo aprendimos que en ocasiones la espera genera más ilusión, por eso ante las palabras de mis padres: “Tienes una carta” la emoción me embargaba. Mi hijo de tres años se enfada cuando abro el buzón y las “cartas” siempre son para los papas. Pero, ¿cuándo fue la última vez que recibí una auténtica carta? ya ni me acuerdo, si él supiera que lo que él llama cartas son en realidad facturas, publicidad… Un día hice un dibujo lo metí en un sobre y puse su nombre … la cara que puso cuando abrimos el buzón fue un reflejo de esa niña que esperaba con ilusión noticias de su amiga.
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