La venganza es el hilo conductor de muchas historias de ficción en la televisión, en los libros… pero también en nuestras vidas. David Buss, profesor de Psicología en la Universidad de Texas en Austin, ha recopilado datos que indican que más de un 90 % de los hombres y un 80 % de las mujeres han fantaseado en alguna ocasión con asesinar a una persona que ha cometido una injusticia contra ellos. Yo quisiera pensar que estas estadísticas son excesivas, pero la venganza puede tener muchas formas sin llegar a ser tan drástica físicamente, en muchas ocasiones la venganza tiende más al escarnio público. Este es por ejemplo el caso de los “porn revenge”, los vídeos sexuales grabados en la intimidad y difundidos por parejas despechadas. La venganza es un impulso muy primitivo con un importante componente evolutivo. Debemos pensar en que hace miles de años no existían organizaciones encargadas de impartir justicia. De manera que la venganza se convertía en un mecanismo de defensa para impedir que los derechos volviesen a ser vulnerados. La psicóloga Michele Gelfand ha demostrado que existen además diferencias culturales los estudiantes americanos por ejemplo se sienten más ofendidos cuando se vulneran sus derechos, mientras que los coreanos sienten más deseos de venganza cuando se ve amenazado su sentido del deber. Pero, ¿la venganza realmente funciona?, ¿es capaz de devolver a la persona que la imparte el ansiado equilibrio emocional?, los estudios demuestran que no:
Grandes pensadores ya nos advertían: Una última recomendación:
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